Padre Emilio Galindo Aguilar
¿Y si el Islam fuera otra cosa?
Este texto fue originalmente una conferencia, por eso guarda todavía huellas del lenguaje oral.
El siguiente texto es un fragmento de la conferencia:
Ante todo agradezco de todo corazón esta invitación que me han hecho a compartir, a intercambiar ideas sobre una pregunta que creo que tenemos que hacernos: ¿Y si el Islam fuera otra cosa de lo que nos han dicho y repetido en tantas Iglesias y Catedrales, con tantos prejuicios y tópicos contra lo que fue un gran regalo que Dios hizo a la humanidad, para recordarnos algo que habíamos olvidado, como veremos enseguida?.
El Islam es uno de los temas más importantes si de verdad queremos estar al corriente de lo que está pasando en este mundo porque, nos guste o no, entra como elemento esencial e insustituible en la fórmula del devenir de la humanidad; el Islam es una de las vigorosas raíces del futuro de la misma. Para convencerse de ello no es necesario ser un gran islamólogo, sino que basta con observar la realidad del Islam hoy.
Sumando, los musulmanes son actualmente cerca de mil doscientos millones de seres humanos, es decir, una quinta parte de la humanidad, que está además en la encrucijada del camino de su historia: el medio Oriente, el Norte de África, las grandes rutas por donde ha pasado la cultura y la civilización está en manos del Islam. Además, frente al mundo occidental, que es un mundo de viejos, es un pueblo de jóvenes donde todos los planes de desarrollo fallan porque la demografía se impone a las planificaciones que hacen los hombres.
Es un mundo de una profunda y riquísima cultura, de una religiosidad tremenda; es un mundo que puede darnos una enorme lección de algo que nosotros necesitamos hoy más que nunca: Hemos olvidado el Absoluto, hemos olvidado la trascendencia, nos hemos materializado, y el Islam viene a recordarnos que no hay otro Dios, que no podemos fabricar dioses, que no podemos ser chapuceros creando ídolos que se enmohecen. Viene a recordamos que no hay más que un Dios. Y sobre todo el Islam puede darnos la riquísima lección de los místicos sufíes, esos hombres incómodos del Islam que marcaron y que marcan, que no tienen nada que envidiar a los de otras religiones, incluido nuestro catolicismo. Comparar es siempre odioso, pero es realmente sorprendente que incluso alguno de nuestros grandes místicos, San Juan de la Cruz, por ejemplo, bebió en sus fuentes.
Si esto es así, ¿cómo podemos prescindir del Islam? ¿Cómo podemos aventuramos en este comienzo de milenio a dejarlo de lado, o en la zona de los prejuicios y de los tópicos sin interesarnos por conocer cómo es verdaderamente? Ocurre sin embargo, es muy frecuente, que la religión del Islam es la más ignorada, y por otra parte, es aquella sobre la que más certezas tenemos. Es curioso, no es contradictorio sino que es real: todos conocen, y han estudiado el Islam, todos tenemos certezas.
Recuerdo una encuesta que hicimos hace 28 años entre universitarios sobre el Islam y los árabes, en la que se les daba una primera pregunta, con 24 adjetivos positivos y negativos mezclados, pidiéndoles que subrayaran los que según ellos correspondían más a la idea que tenían de los árabes. De los 10 más subrayados, 8 eran negativos. ¿Cómo tienen tanta certeza? La que más veces aparecía era «fanático», aplicado precisamente al Islam, la dulce realidad del Islam, la única religión que tiene la palabra «paz» en su propio nombre… Venimos cargados de prejuicios y así no es fácil conocer lo que es realmente.
La palabra más dura que yo he leído sobre este tema de las religiones, es la de un corresponsal judío de la última guerra, que decía: «Todos tenemos la suficiente religión para odiarnos, pero no la necesaria para amarnos los unos a los otros». Guárdenla, medítenla, y si les quita el sueño… ¡Bendito sea Dios! Y esta cruda verdad pensamos que no necesita probarse; todos llevamos heridas y prejuicios en nuestra personalidad religiosa, pero hay que añadir que si esta actitud de rechazo y desprecio mutuo ha sido históricamente el pan de cada día de todas las religiones, lo ha sido mucho más respecto del Islam, del que casi podemos decir que sólo se puede hablar mal, porque si uno habla bien enseguida surge la pregunta de si te has convertido al Islam.
Yo doy clases en la Universidad de Comillas en Madrid, y en un Master de Ciencias de la Religión me toca hablar del Islam, y más de uno, sabiendo que soy sacerdote católico y que estoy encantado de ser cura, me ha preguntado si me he convertido al Islam. Es que no pega hablar bien en este sentido…
Un superior mío, en África, me dijo: «Mira, del Islam se ha hablado mucho y mal, vamos a comenzar nosotros a hablar un poco y bien.»…
Foto prestada por TV: De Oriente a Occidente
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